miércoles, 14 de noviembre de 2007

Las forestales de la araucanía



En el contexto de América del Sur, Chile se distingue por la extensión de las plantaciones forestales que posee y por el desarrollo industrial logrado a partir de ellas. A diciembre del año 2003, éste tenía una superficie de 2,05 millones de hectáreas plantadas, de las cuales el 70,7 % correspondían a Pino Insigne (Pinus radiata) y el 21,3 % a especies del género Eucalyptus (INFOR, 2004 a). El Estado desde los años 50 a la fecha ha venido fomentando el desarrollo de una masa forestal industrial y de plantas de fabricación de celulosa. Sin embargo, en el año 1974, con la promulgación del Decreto Ley Nº 701 de fomento forestal, la venta de las empresas públicas, junto con la liberalización comercial del país impuesta por el régimen militar; un grupo reducido de empresarios aprovechó estas condiciones para impulsar la industria forestal chilena actual.

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Las plantaciones están ubicadas en el sector centro sur del país, y en 1978 alcanzaban una superficie de 712.000 ha, cifra que a comienzos de la década del noventa ya se había duplicado. Las tasas anuales de plantación en el período entre 1983 y 2003 oscilaron entre 80 mil y 130 hectáreas (INFOR, 2004 a). Las altas tasas de plantación fueron posibles gracias a la gran abundancia de tierra barata, ocurrido después del golpe militar de 1973.

La producción asociada a estas plantaciones ha sido para el mercado internacional, exhibiendo el año 2002 retornos a las exportaciones cercanos a los 2.300 millones de dólares anuales. La mayoría de ellas con poco valor agregado: pulpa química, rollizos, madera aserrada y astillas. En tanto, la ocupación que genera el sector forestal en su conjunto ha ido decreciendo de año en año debido a la mayor intensidad tecnológica. El año 2002 ésta fue sólo de 118.800 empleos, distribuidos en los rubros de servicios, industria, silvicultura y extracción.

En el área de las plantaciones del centro sur chileno hay particularidades socioculturales que conviene destacar. Allí se concentra la mayor parte de la población campesina e indígena de Chile. En efecto, más del 50 % de las explotaciones silvoagropecuarias y de la población indígena del país se concentra en las regiones octava, novena y décima del país (INE/ODEPA/CIREN, 1998; INE, 2003). A su vez, allí se concentra la mayor parte de la población pobre del país, siendo la extrema pobreza mayor en el ámbito rural que en el urbano (CASEN, 2004).

Sumado a lo anterior, desde el siglo pasado allí se han concentrado las principales reclamaciones de tierras por parte de las comunidades mapuches. Éstas, en el Siglo XVIII fueron constreñidas a las llamadas “Reducciones Indígenas” y el resto del territorio que ocupaban fue vendido por el Fisco u ocupado por privados, y luego traspasado consecutivamente a nuevos dueños no indígenas. Una parte importante de los actuales terrenos forestales de las empresas provienen de ese proceso, aunque su actual titularidad y legalidad de dominio, está claramente establecida. Sin embargo, en la memoria histórica colectiva mapuche, esas tierras de las cuales ya no son dueños, son parte del Wallmapu, el territorio ancestral. Desde el año 90 a la fecha el Gobierno de Chile, mediante una política de tierras de compra y traspaso de tierras en conflicto jurídico ha sido exitoso en suprimir los principales conflictos presentes en el área forestal.

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